He olvidado que hoy es mi cumpleaños casi tan rápido como olvidé mi propio parto.
He olvidado buscar bajo la almohada el regalo insistente de mi madre, y he olvidado decirle a mi abuela cual es mi almuerzo favorito.
He olvidado el sabor del fondant y el de aquella torta «envinada» que siempre me supo a miseria.
He olvidado los nombres de todos aquellos a quienes habría de reclamarles su intermitente presencia en el Génesis de noviembre.
La botella de vino fue vaciada en mis labios hace un mes, hoy mi cita es con el ron, quien irónicamente presume de sus años, los cuales serán sumados a mis jugos gástricos y desechados en un viejo toilet.
Serán más de veinte tragos para olvidarme del año qué pasa y otros veinte, para empezar olvidando el que llega.